Damos la bienvenida a todos nuestros seguidores a este nuevo blog del CEIP Monte Oroel de Jaca. Hemos decidido crear un nuevo espacio de información y de comunicación para que toda la comunidad educativa del centro pueda participar de manera activa en la elaboración y desarrollo de las JORNADAS CULTURALES del colegio que, como es tradicional, se vienen celebrando en torno a la festividad de San Jorge, patrón de Aragón. Cualquier aportación que se quiera realizar desde los diferentes ámbitos educativos del centro, en torno al tema de este año CIRCO y POESÍA, será bien recibida. En el presente blog se irán colgando diferentes contenidos y actividades que servirán de referencia para el trabajo en las aulas durante los días en los que celebremos las Jornadas. Esperamos y deseamos que el esfuerzo realizado sea fructífero y sirva para conseguir los fines perseguidos.
CIRCO Y POESÍA
Érase una vez un pequeño malabarista, que para encontrar la paz en este extraño mundo necesitaba otro, creado para él y para quien quisiera compartirlo y respetarlo, en este otro mundo solo había dos leyes, amadas y respetadas por todos, el circo y la poesía. El pequeño malabarista cuando la realidad le daba la espalda y amenazaba con hundirle en las profundidades, abría la pequeña puerta oculta en la parte más secreta de su mente y se introducía en su pequeño mundo mágico de la poesía, y allí recuperaba su fuerza, su ilusión y sobre todo... su sonrisa. Escribía y escribía sin parar...jugaba con las palabras como lo hacía con las pelotas y los aros en sus espectáculos; esto le ayudaba a encontrarse mejor consigo mismo. Y llegó un momento en el que lo que había comenzado como un simple entretenimiento divertido llegó a signficar, para nuestro amigo malabarista, algo tan vital como el propio aire que respiraba: un modo de pensar, de sentir y de expresar, en definitiva, un modo de ser... Cuando los astros se alinean y la luna llena muestra su bella faz, en algunas ocasiones, se producen en nuestro interior extraños fenómenos que hacen que los mundos se mezclen, y uno no sepa lo que es realidad y lo que es sueño.
Luis Cernuda (Sevilla, 1904 - Ciudad de México, 1963) Poeta español, una de las figuras fundamentales de la Generación del 27. Su obra se inscribe dentro de una corriente que muchos han calificado de neorromántica, pues la sensibilidad, melancolía y dolor que destila su poesía se halla siempre dentro de unos límites de serena contención, a la manera de G. A. Bécquer, pero con características matizadas por una aguda actitud de la mente, rasgo esencial de la generación a la que perteneció. Cernuda, que tras la contienda civil española conoció el exilio del que jamás volvió, emprendió, bajo la influencia directa de la poesía anglosajona, un período en el que su obra poética se hace autobiografía y reflexión. Residente en Gran Bretaña, Estados Unidos y, por último, México, publicó sucesivamente, entre otros libros, Las nubes (1940), Como quien espera el alba (1947), Vivir sin estar viviendo (1949), Con las horas contadas (1956) y Desolación de la Quimera (1962).
Dámaso Alonso nació en Madrid, en 1898. Fue Catedrático de la Universidad de Valencia y de la de Madrid, en la que desempeñó, desde la jubilación de Menéndez Pidal -de quien fue discípulo y colaborador- y hasta 1968, la Cátedra de Filología Románica. Ese mismo año fue elegido Presidente de la Real Academia Española. En 1978 recibió el Premio Cervantes. Muere en Madrid, en 1989, tras una fecunda vida dedicada a la docencia -fue profesor y conferenciante en las principales universidades de Europa y América-, a la investigación y crítica -autor de rigurosos estudios de Lingüística y de trabajos de análisis estilístico de nuestra lírica medieval y contemporánea-, así como a la creación poética, que cultiva "a rachas", según su propia expresión.
El niño se sonreía mano inhábil, ojo atento y la cometa en el viento (su corazón) se cernía. Ave, cometa, de un día su corazón soñoliento. Pues el corazón quería huir pero no podía, pero no sabía al viento.
Todavía infantil, la ardilla emprende La veloz ascensión Del alto, grueso tronco de un gran olmo. Con tino muy seguro Da un salto ya acrobático a una rama, A otra más leve sube, Aunque débil domina, Y descendiendo corre, salta, corre, Llega al prado. Triunfante juego olímpico.
Jorge Guillén nació en Valladolid, en 1893. Fue Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Murcia y en la de Sevilla. A los 45 años -en 1938- comienza un exilio voluntario, que le lleva a Norteamérica. El retorno definitivo a España se produce en 1977, año en que recibió el Premio Cervantes. Los últimos años de su vida los pasó en Málaga, en donde murió en 1984, a los 91 años. La producción poética de Jorge Guillén está distribuida en cinco series -Cántico, Clamor, Homenaje, Y otros poemas, Final-, y lleva el título genérico de Aire Nuestro.
Rafael Alberti nace y muere enPuerto de Santa María (Cádiz, 1902-1999). A los quince años se traslada con su familia a Madrid. Hasta 1923 su actividad principal es la pintura, que cambiará pronto por el quehacer poético. En 1925 obtiene el Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra. A partir de 1931, y ya afiliado al Partido Comunista, empieza a trasladar a la poesía sus preocupaciones político-sociales. Como consecuencia de la Guerra Civil se exilió primero en Argentina -hasta 1962- y, después, en Italia -en Roma desarrolló tanto su vertiente creativa de pintor como de poeta-, hasta que en 1977 regresa definitivamente a España. Los avatares políticos, los cambios de residencia y el paso de los años en ningún momento han condicionado la continuidad de su labor poética y literaria. La primera obra de Alberti, Marinero en tierra (1924), refleja la nostalgia de su tierra natal, recordada desde Madrid; y fue acogida con gran entusiasmo por Juan Ramón Jiménez.
PEDRO SALINAS nació en Madrid, en 1891. Cursó Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid (Licenciado en Letras, en 1913; Doctor, en 1917). Estuvo en la Universidad parisina de La Sorbona, como Lector de Español, entre 1914 y 1917; y allí conoció directamente la poesía francesa moderna, de la que recibirá cierta influencia. Fue Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Sevilla (1918), y después en la de Murcia. Durante el curso de 1922-1923 es nombrado Lector de Español en la Universidad inglesa de Cambridge. De vuelta a Madrid, trabaja en el Centro de Estudios Históricos con el equipo de investigadores dirigido por Menéndez Pidal, y en donde prepara ediciones de clásicos y escribe ensayos de crítica sobre literatura española contemporánea. Aunque no desarrolló actividades políticas, sus ideas liberales le llevaron a exilarse voluntariamente durante la Guerra Civil, y se trasladó a los Estados Unidos de América, en donde ejerció la docencia en distintas universidades. Desde 1942 a 1945 fue profesor de la Universidad de San Juan de Puerto Rico. Recorrió otras muchas universidades de todo el continente americano como conferenciante o profesor visitante, y viajó, asimismo, por diversos países europeos, aunque ya no volverá a pisar tierra española. Murió en Boston, en 1951. Por voluntad propia, sus restos descansan en San Juan de Puerto Rico, en el cementerio de Santa Magdalena, frente a un mar de incomparable belleza.
Todo tiene nueva vida en primavera. Por eso este rosal del jardín languidece. Los gusanos quieren vivir, y los pétalos de la rosa les dan vida aunque se seque el rosal... Tú ibas a matarlos, ibas a salvar rosas con manos de rosa, pero la niña ha abierto entonces su boca igual que se abre una flor que no tiene bichos malos y te ha dicho: "¿Los matas porque son malos? Si los matas, tú también serás mala, ¿no?" Tú miras muy fijamente a la niña, como se mira a las aguas del mar buscando lo hondo. ¡También son verdes los ojos y tampoco se ve el fondo! Le das un beso en la boca y tú sigues tu paseo. Por el tallo del rosal los gusanos van subiendo...
Es el más pequeño de todos, el último. Pero no le digáis nada; dejadle que juegue. Es más chico que los demás, y es un niño callado. Al balón apenas si puede darle con su bota pequeña. Juega un rato y luego pronto lo olvidan. Todos pasan gritando, sofocados, enormes, y casi nunca le ven. Él golpea una vez, y después de mucho rato otra vez, y los otros se afanan, brincan, lucen, vocean. La masa inmensa de los muchachos, agolpada, rojiza. Y pálidamente el niño chico los mira y mete diminuto su pie pequeño, y al balón no lo toca. Y se retira. Y los ve. Son jadeantes, son desprendidos quizá de arriba, de una montaña, son quizá un montón de roquedos que llegó ruidosísimo de allá, de la cumbre. Y desde el quieto valle, desde el margen del río el niño chico no los contempla. Ve la montaña lejana. Los picachos, el cántico de los vientos. Y cierra los ojos, y oye el enorme resonar de sus propios pasos gigantes por las rocas ravías.
Vicente Aleixandre nació en Sevilla, en 1898. Su infancia transcurrió en Málaga, ciudad y litoral mediterráneos que tanto habían de influir en la poesía de Sombra del paraíso. Desde 1909 vivió en Madrid -que fue su lugar habitual de residencia-, en donde estudió Derecho y Comercio. En 1925, una grave dolencia- tuberculosis renal que traería como consecuencia, en 1932, la extirpación de un riñón- le aleja de cualquier actividad profesional o social y le fuerza a llevar una vida de reposo y cuidados clínicos que favorecerá su dedicación por entero a la poesía, al convertir el placer de escribir en auténtica necesidad. En 1933 obtuvo el Premio Nacional de Literatura con La destrucción o el amor, uno de los más hermosos libros de toda la poesía surrealista, que confirmó a Aleixandre como un maestro de la poesía contemporánea. En 1949 es elegido miembro de la Real Academia Española. Con la obra Poemas de la consumación (1968) logró el Premio Nacional de la Crítica. En 1977 recibe el Premio Nobel de Literatura. Muere en Madrid, en 1984.
Gerardo Diego nació en Santander, en 1896. Su figura humana y su obra literaria son extraordinariamente versátiles: poeta, profesor, critico literario, articulista en la prensa diaria, musicólogo, pianista, pintor...; y autor de cuarenta libros poéticos originales que le convierten en una de las figuras más destacadas de la poesía del siglo XX. Murió en Madrid, en 1987. La versatilidad de Diego le ha permitido simultanear la poesía de vanguardia -Diego es el máximo representante español del Creacionismo- y la poesía clásica o tradicional; y en ambas direcciones poéticas se advierte una cualidad constante: el dominio absoluto de la forma, cualquiera que sea el tipo de verso elegido.
Ana María Pelegrín Sandoval (San Salvador de Jujuy, Argentina, 1938 - Madrid 11 de septiembre de 2008), investigadora, ensayista, y pedagoga, fue una de las más importantes especialistas sobre literatura de tradición oral hispánica y autora de antologías de poesía en español para niños de gran calidad. Hija de emigrantes gallegos en la Argentina, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Huyendo de una situación política muy convulsa, en 1968 viajó a España para estudiar técnicas teatrales. Participó activamente durante toda su vida en diversos movimientos de renovación pedagógica, siendo cofundadora de Acción Educativa. Ana Pelegrín es una de las grandes referencias en los estudios sobre literatura de tradición oral hispánica y sobre poesía en español para niños, campo este último en el que destacó con antologías de gran calidad como Misino Gatino o Poesía española para niños. Su último libro Pequeña memoria recobrada cataloga y estudia los libros para niños escritos por los exiliados de la Guerra Civil Española.
Carmen Gil-Bonachera Martínez nació en la costa gaditana, y aunque ahora vive en un pueblo de Huelva, siempre halla algo de tiempo para estar con el mar. Lleva muchos años dedicándose a la enseñanza y a escribir para niños. Por ellos y con ellos, ha hecho un poquito de todo: teatro, títeres, cuentacuentos, talleres de danzas del mundo… y ¡hasta algo de magia! Pero lo que más le gusta es jugar con las palabras. Su pasión por la poesía la hizo crear Cosicosas, una revista digital de Poesía infantil para todos los niños de países de habla hispana. Se puede conocer un poco más de su gran obra en Poemitas.com
Manuelita vivía en Pehuajó pero un día se marcó. Nadie supo bien por qué a París ella se fue un poquito caminando y otro poquitito a pie. Manuelita, Manuelita, Manuelita dónde vas con tu traje de malaquita y tu paso tan audaz. Manuelita una vez se enamoró de un tortugo que pasó. Dijo: ¿Qué podré yo hacer? Vieja no me va a querer, en Europa y con paciencia me podrán embellecer. En la tintorería de París la pintaron con barniz. La plancharon en francés del derecho y del revés. Le pusieron peluquita y botines en los pies. Tantos años tardó en cruzar el mar que allí se volvió a arrugar y por eso regresó vieja como se marchó a buscar a su tortugo que la espera en Pehuajó
María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, suburbio de la ciudad de Buenos Aires. Finaliza sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, a los 17 años, cuando escribió su primer libro : "Otoño Imperdonable". Ya antes, en 1945, había publicado sus primeros versos en la revista "El hogar" y en el suplemento literario de "La Nación". Invitada por Juan Ramón Jiménez, viajó a los Estados Unidos en 1948. En 1952 partió hacia Europa, viviendo en Paris durante 4 años. En esta época empieza a escribir versos para niños. En 1959 escribe guiones para televisión, radios, canciones para niños, y obras de teatro. Toda su rebeldía, su desencanto, su oposición, su amor a la naturaleza y a los niños han quedado reflejados en numerosos poemas, novelas, cuentos, canciones, ensayos, y artículos periodísticos.
Federico García Lorca nació en el pueblo de Fuentevaqueros en la provincia de Granada, en Andalucía, en el año 1898. Falleció el 19 de agosto de 1936, víctima de la guerra civil española. Fue uno de los más grandes poetas y dramaturgos de la primer mitad del siglo XX. A los 16 años, empieza sus estudios de Derecho, Filosofía y Letras en la Universidad de Granada. Cinco años después se cambia a Madrid donde conoce al gran poeta Juan Ramón Jiménez y al cineasta Luis Buñuel. En este momento nacen sus primeras obras literarias, el "Libro de poemas" y su primera gran obra de teatro "Mariana Pineda". También conoce a Salvador Dalí, quién en 1928 participa de la revista literaria "Gallo", creada por Lorca. En Estados Unidos estudia y da conferencias. Viaja a Cuba, a Argentina, y a toda América Latina.
Andrés Díaz Marrero, autor de literatura para niños. Nació en San Juan de Puerto Rico, el 28 de noviembre de 1940. Estudió Bachillerato en Ciencias Sociales y Maestría en Administración Pública en la Universidad de Puerto Rico. Cuenta con más de 38 años de experiencia como educador. Ha sido maestro, bibliotecario, cuentacuentos y profesor de escritura creativa. Actualmente trabaja como especialista en literatura infantil. Inició su trayectoria literaria en 1979 con la publicacion de Poemas para niños y ha puesto en escena algunas obras de teatro infantil.
Ramón Modesto López Velarde (Zacatecas, México,1888 - Ciudad de México,1921) fue un poeta mexicano. Su obra suele encuadrarse en el postmodernismo literario. En México alcanzó una gran fama, llegando a ser considerado el poeta nacional. Su obra poética se resume en La sangre devota, Zozobra, El son del corazón y Suave Patria.
Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998)fue una importante poeta española dedicada fundamentalmente a la poesía para niños. Siempre se definió como «autodidacta y poéticamente desescolarizada». Como secuela de su experiencia bélica, la obra de Gloria Fuertes se caracteriza por la ironía con la que trata cuestiones tan universales como el amor, el dolor, la muerte o la soledad. Entre 1940 y 1953 colaboró en revistas infantiles, Pelayos, Chicos, chicas y chiquitito, Maravillas y el suplemento infantil del diario Arriba, para el que publicó las historietas de Coletas y Pelines, una niña de nueve años y un niño de seis respectivamente, que alcanzaron una gran popularidad entre los lectores infantiles. A mediados de los años 70 colabora activamente en diversos programas infantiles de TVE, siendo Un globo, dos globos, tres globos y La cometa blanca los que la convierten definitivamente en la poeta de los niños.
Poemas(hacer clic en el enlace para ir a la poesía)
Olga Drennen nació en 1942 en San Martín (Buenos Aires). Olga Drennen es una escritora argentina, docente, poeta, ensayista, editora y autora de libros de literatura infantil y juvenil.Ha formado parte de numerosos jurados de premios de poesía y cuentos en su país. En la actualidad, se desempeña como editora en una acreditada editorial dedicada a publicar material para docentes. Ha publicado una buena cantidad de literatura infantil y juvenil, además de libros de poemas tanto para niños como para adultos. Las dos poesías suyas que aparecen en otras entradas de este blog pertenecen al libro de poemas Pasen y vean.
(Hijo de la sombra) Eres la noche, esposa: la noche en el instante mayor de su potencia lunar y femenina. Eres la medianoche: la sombra culminante donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Forjado por el día, mi corazón que quema lleva su gran pisada del sol adonde quieres, con un sólido impulso, con una luz suprema, cumbre de las montañas y los atardeceres.
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje su avaricioso anhelo de imán y poderío. Un astral sentimiento febril me sobrecoge, incendia mi osamenta con un escalofrío.
El aire de la noche desordena tus pechos, y desordena y vuelca los cuerpos con su choque. Como una tempestad de enloquecidos lechos, eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.
La noche se ha encendido como una sorda hoguera de llamas minerales y oscuras embestidas. Y alrededor la sombra late como si fuera las almas de los pozos y el vino difundidas.
Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente, la visible ceguera puesta sobre quien ama; ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente, ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.
La sombra pide, exige seres que se entrelacen, besos que la constelen de relámpagos largos, bocas embravecidas, batidas, que atenacen, arrullos que hagan música de sus mudos letargos.
Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta, tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida. Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta, con todo el firmamento, la tierra estremecida.
El hijo está en la sombra que acumula luceros, amor, tuétano, luna, claras oscuridades. Brota de sus perezas y de sus agujeros, y de sus solitarias y apagadas ciudades.
El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido, y a su origen infunden los astros una siembra, un zumo lácteo, un flujo de cálido latido, que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.
Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales, tendiendo está la sombra su constelada umbría, volcando las parejas y haciéndolas nupciales. Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.
II (Hijo de la luz) Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra, recibes entornadas las horas de tu frente. Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.
Centro de claridades, la gran hora te espera en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa: te espero yo, inclinado como el trigo a la era, colocando en el centro de la luz nuestra casa.
La noche desprendida de los pozos oscuros, se sumerge en los pozos donde ha echado raíces. Y tú te abres al parto luminoso, entre muros que se rasgan contigo como pétreas matrices.
La gran hora del parto, la más rotunda hora: estallan los relojes sintiendo tu alarido, se abren todas las puertas del mundo, de la aurora, y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.
El hijo fue primero sombra y ropa cosida por tu corazón hondo desde tus hondas manos. Con sombras y con ropas anticipó su vida, con sombras y con ropas de gérmenes humanos.
Las sombras y las ropas sin población, desiertas, se han poblado de un niño sonoro, un movimiento, que en nuestra casa pone de par en par las puertas, Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.
¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo! Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras. Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo. Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.
Hijo del alba eres, hijo del mediodía. Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas, mientras tu madre y yo vamos a la agonía, dormidos y despiertos con el amor a cuestas.
Hablo, y el corazón me sale en el aliento. Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría. Con espliego y resinas perfumo tu aposento. Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.
III (Hijo de la luz y la sombra) Tejidos en el alba, grabados, dos panales no pueden detener la miel en los pezones. Tus pechos en el alba: maternos manantiales, luchan y se atropellan con blancas efusiones.
Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas, hasta inundar la casa que tu sabor rezuma. Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas, tú toda una colmena de leche con espuma.
Es como si tu sangre fuera dulzura toda, laboriosas abejas filtradas por tus poros. Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda junto a ti, recorrida por caudales sonoros.
Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro. Tu caudaloso vientre será mi sepultura. Si quemaran mis huesos con la llama del hierro, verían que grabada llevo allí tu figura.
Para siempre fundidos en el hijo quedamos: fundidos como anhelan nuestras ansias voraces: en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos, en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.
Los muertos, con un fuego congelado que abrasa, laten junto a los vivos de una manera terca. Viene a ocupar el hijo los campos y la casa que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.
Haremos de este hijo generador sustento, y hará de nuestra carne materia decisiva donde asienten su alma, las manos y el aliento, las hélices circulen, la agricultura viva.
Él hará que esta vida no caiga derribada, pedazo desprendido de nuestros dos pedazos, que de nuestras dos bocas hará una sola espada y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.
No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia y en cuanto de tu vientre descenderá mañana. Porque la especie humana me han dado por herencia, la familia del hijo será la especie humana.
Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo. Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo.
¡Se viste el mundo de fiesta! Llega a Orihuela el retoño, un claro día de otoño, a una familia modesta.
Siempre está en pie muy temprano. Cuida en la Sierra Oriolana las cabras cada mañana: tiene que echar una mano.
Por la tarde las ordeña. Va a repartir a diario leche fresca al vecindario, y por el camino sueña.
Oye cantar al jilguero. Observa una lagartija que sale de una rendija. Le encanta oler a romero.
Un día Miguel, por fin, va al colegio, muy contento. Destaca por su talento. Allí aprende hasta latín.
Disfruta mucho en la escuela. Al niño atento y flacucho los libros le gustan mucho. En la escuela, el tiempo vuela.
Su padre está preocupado. Miguel tiene que ayudar. Debe dejar de estudiar para cuidar el ganado.
El muchacho pastorea. Mientras vigila las cabras, se atiborra de palabras: ¡no hay un libro que no lea!
Miguel, el joven pastor, con tres amigos o cuatro forma un grupo de teatro y hace a menudo de actor.
Entre brezos y alhucemas, con tan sólo quince años, mientras cuida del rebaño, empieza a escribir poemas.
Su amigo Ramón Sijé le transmite su cultura y el amor por la lectura. ¡Tiene en Miguel tanta fe...!
Buscando reputación, viaja a Madrid el poeta, con versos en la maleta y prisa en el corazón.
Muere su amigo y hermano. Estalla una guerra cruel en la que lucha Miguel del bando republicano.
Tras sufrir enormemente, se casa en cuanto regresa con Josefina Manresa, pero ha de volver al frente.
Los tiempos le son adversos. No encuentra forma mejor de soportar su dolor que componer bellos versos.
Más tarde es encarcelado. Va de prisión en prisión escribiendo en un rincón, triste, enfermo y desgraciado. ¡Cuánto añora a su criatura! En el penal de Torrijos, le hace una nana a su hijo llena de amor y ternura.
Este poeta brillante, un funesto y negro día, muere en una enfermería de la cárcel de Alicante.
Mas Miguel no se ha marchado. Con sus versos que estremecen, emocionan y enternecen, sigue estando a nuestro lado.
Sube al trapecio volante. Su cuerpo empieza a planear. Hace rin para delante hace ran al balancear. Arriba, en el aire, hace rin y ran, su corazón. De la cúspide a la base, Rin y ran toda emoción. Aserrín sobre la pista Aserrín bajo los pies, Sueña que es equilibrista y sueña que no lo es. Hace rin cuando se eleva. Hace ran al columpiar. Y es paloma que se lleva su alegría al palomar.
Pasen, pasen, vean, por unas monedas, la mujer que vuela, la Torre del sol. Platillo, pandero, rataplán plampero. Pelota o ciruela, tigre o caracol. Señoras, señores, abuelo y abuela por unas monedas, pasen, pasen, vean. Sientan los olores, oigan los tambores. El circo llegó.
Había una vez una vaca en la Quebrada de Humahuaca. Como era muy vieja, muy vieja, estaba sorda de una oreja. Y a pesar de que ya era abuela un día quiso ir a la escuela. Se puso unos zapatos rojos, guantes de tul y un par de anteojos. La vio la maestra asustada y dijo: - Estas equivocada. Y la vaca le respondió: ¿Por qué no puedo estudiar yo? La vaca, vestida de blanco, se acomodó en el primer banco. Los chicos tirábamos tiza y nos moríamos de risa. La gente se fue muy curiosa a ver a la vaca estudiosa. La gente llegaba en camiones, en bicicletas y en aviones. Y como el bochinche aumentaba en la escuela nadie estudiaba. La vaca, de pie en un rincón, rumiaba sola la lección. Un día toditos los chicos se convirtieron en borricos. Y en ese lugar de Humahuacala única sabia fue la vaca.
-¡Aquí tenéis al domador que se comió un brazo del león! -¡Será al revés! -No, señor.
Don Nicanor, el domador, dejó de tocar el tambor y se comió una pata del león.
Tenía hambre don Nicanor, un hambre voraz y atroz, -sólo comía al día una taza de arroz.
No ganaba dinero. No le iba bien el Circo y no era porque le crecían los enanos. El Circo en aquel pueblo fue un fracaso. Era un pueblo sin niños ni poetas. Iban al Circo cuatro gatos, cuatro viejos y la señora del alcalde.
Al tercer día les pilló grandes aguaceros, y les entraba el agua por los agujeros (de la lona). La jirafa tuvo anginas. (¡Dos metros de anginas!) El oso estaba mocoso. Las pulgas amaestradas se escaparon. Los tontos se volvieron listos y no hacían reír. Y el pobre don Nicanor tocaba triste el tambor y suspendió la función.
Al día siguiente hubo circo con poca gente. Don Nicanor entró en la jada del feroche león, y, al verle las magritas del brazuelo... -¡Aaauuunnn! -le dio un mordisco que le tiró al suelo. El león, confuso, patidifuso ante tal atrevimiento, gritó: -¡Que me come! ¡Que me comes ¡Que este tío me come! -¡Qué número! -el público aplaudía. Don Nicanor seguía comiendo la pata delantera del león. A los gritos del león acudió una bombera. Don Nicanor seguía comiendo la pata delantera (del león). -¡Qué número! ¡Qué maravilla! -el público gritaba y aplaudía. Llevaron al león a la casa de socorro y le pusieron una vacuna antirrábica. (Al pincharle, al león Leoncio, le dio un soponcio y perdió el conocimiento y la melena.)
HORAS MAS TARDE.
Los guardias detienen al domador llamado don Nicanor.
DIAS MAS TARDE.
En el juicio, pierde el juicio su abogado defensor. Diciendo; «Observen señores del jurado qué cara de inocente, tiene el delincuente...» (Don Nicanor lloraba cara abajo.) «... Y sepan que durante treinta días, el acusado no comió, por darle sus bocadillos de mortadela al león. Puede comprenderse que, en un ataque antropófago, producido por la debilidad, pegara un mordisco, a su víctima inocente (¡y no tan inocente!), porque el león también tiene dientes, por tanto pudo defenderse, y si no lo hizo... ¡es cosa suya! Por eso defiendo a don Nicanor, porque nunca quiso hacer daño a su león. Su león,«era, para el la vida entera, como un sol de primavera...» (Aquí, el abogado defensor perdió la chaveta y se puso a cantar un tango.)
«Perdón, como les decía, para don Nicanor; el león era su instrumento de trabajo, su herramienta peluda. Don Nicanor, ¡pobre criatura!, hizo lo que hizo en un momento de locura, por lo que repito, delante de la gente, que don Nicanor ¡es inocente!» El juez dijo que bueno. Don Nicanor dio un beso al león y se puso a tocar el tambor como un loco, mientras el león, lloriqueando, se lamía la escayola.
Érase una vez un pequeño malabarista, que para encontrar la paz en este extraño mundo necesitaba otro, creado para él y para quien quisiera compartirlo y respetarlo, en este otro mundo solo había dos leyes, amadas y respetadas por todos, el circo y la poesía. El pequeño malabarista cuando la realidad le doblaba la espalda y amenazaba con hundirle en las profundidades abría la pequeña puerta oculta en la parte más secreta de su mente y se introducía en su pequeño mundo de circo y poesía, y allí recuperaba su fuerza, su ilusión y sobre todo... su sonrisa. La combinación del mundo imaginario con el real es una necesidad vital. Cuando los astros se alinean y la luna llena muestra su bella faz, en algunas ocasiones se producen en nuestro interior extraños fenómenos que hacen que los mundos se mezclen, y uno no sepa lo que es realidad y lo que es sueño....
Los circos trashumantes, de lamido perrillo enciclopédico y desacreditados elefantes, me enseñaron la cómica friolera y las magnas tragedias hilarantes.
El aeronauta previo, colgado de los dedos de los pies, era un bravo cosmógrafo al revés que, si subía hasta asomarse al Polo Norte, o al Polo Sur, también tenía cuestiones personales con Eolo.
Irrumpía el payaso como una estridencia ambigua, y era a un tiempo manicomio, niñez, golpe contuso, pesadilla y licencia.
Amábanlo los niños porque salía de una bodega mágica de azúcares. Su faz sólo era trágica por dos lágrimas sendas de carmín.
Su polvorosa apariencia toleraba tenerlo por muy limpio o por muy sucio, y un cónico bonete era la gloria inestable y procaz de su occipucio.
El payaso tocaba a la amazona y la hallaba de almendra, a juzgar por la mímica fehaciente de toda su persona cuando llevaba el dedo temerario hasta la lengua cínica y glotona.
Un día en que el payaso dio a probar su rastro de amazona al ejemplar señor Gobernador de aquel Estado, comprendí lo que es Poder Ejecutivo aturrullado.
¡Oh remoto payaso: en el umbral de mi infancia derecha y de mis virtudes recién nacidas yo no puedo tener una sospecha de amazonas y almendras prohibidas!
Estas almendras raudas hechas de terciopelos y de trinos que no nos dejan ni tocar sus caudas…
Los adioses baldíos a las augustas Evas redivivas que niegan la migaja, pero inculcan en nuestra sangre briosa una patética mendicidad de almendras fugitivas…
Había una menuda cuadrumana de enagüilla de céfiro que, cabalgando por el redondel con azoros de humana, vencía los obstáculos de inquina y los aviesos aros de papel.
Y cuando a la erudita cavilación de Darwin se le montaba la enagüilla obscena, la avisada monita se quedaba serena como ante un espejismo, despreocupada lastimosamente de su desmantelado transformismo.
La niña Bell cantaba: «Soy la paloma errante»; y de botellas y de cascabeles surtía un abundante surtidor de sonidos acuáticos, para la sed acuática de papás aburridos, nodriza inverecunda y prole gemebunda.
¡Oh memoria del circo! Tú te vas adelgazando en el frecuente síncope del latón sin compás; en la apesadumbrada somnolencia del gas; en el talento necio del domador aquel que molestaba a los leones hartos, y en el viudo oscilar del trapecio…
El burro nunca dejará de ser burro. Porque el burro nunca va a la escuela. El burro nunca llegará a ser caballo. El burro nunca ganará carreras. ¿qué culpa tiene el burro de ser burro? En el pueblo del burro no hay escuela. El burro se pasa la vida trabajando, tirando de un carro, sin pena ni gloria, y los fines de semana atado a la noria.
El burro no sabe leer, pero tiene memoria. El burro llega el último a la meta, ¡pero le cantan los poetas!
El burro duerme en cabaña de lona. No llamar burro al burro, llamarle "ayudante del hombre" o llamarle persona.
Coleta se asoma, por la puerta de lona, del Circo Coco Drilo. - Buenas. ¿Es usted el director del Circo Coco Drilo? - Sí. ¿Qué quieres? - ¡Quiero ser payasa! ¡Hacer reír! Hacer reír es una obra de caridad. Yo quiero ser payasa. - ¡Uy ! ¡Tú payasa ! - Sí, yo, Coleta payasa. ¿Qué pasa? ¡Y menos guasa!
... Si quiere me cambio de nombre, y usted pone ahí un gran cartel que diga: -BLASA, LA PAYASA- - No, no es eso, es que para ser payasa, hay que tener experiencia. - Mire, no tengo experiencia (ni sé qué es eso), pero tengo paciencia, gracia y salero, y además, ¡me conoce el mundo entero! Soy Coleta. ¡Coleta de España! - Escucha, pequeñaja -dijo el director, para ser pasaya hay que ser mayor. - Ahora escúcheme usted a mí, señor. Yo salgo a trabajar disfrazada, con la cara pintada, con la nariz postiza -de pelota de pimpón-, me pongo peluca y peluquín, y grandes zapatones con tacones, y así, los qeu van a ver mi arte al circo, nunca podrán adivinar los años que tengo.
- ¿Cuánto años tienes? - Diez años y medio. - Como los burros. - No señor, como las burras. Soy niña.
Hubo un silencio extraño. Los ojitos de Coleta echaban lágrimas de pena. - Bien. Veamos. ¿Qué sabes hacer? Los ojitos de Coleta echaban chispas de alegría. - De todo. ¡Sé hacer de todo! - Cómo de todo... - Sí, yo también como de todo -dijo Coleta nerviosa y añadió: - Soy payasa, gimnasta, atleta y poeta (pero esto último a usted no le interesa). Hago el pino, el sauce y la mosca...
- ¿Cómo es «la mosca»? - Mire, señor director, la mosca es un número muy divertido. Revoloteo por la pista y aterrizo suavemente en la calva de un señor espectador.
- ¿Y de música? - ¡Uy! Todo de todo. Lo que mejor toco es la tuba.1 - Sí, pero no vamos a comprar una tuba sólo para uste. El circo no está para esos gastos. Además no creo que usted, tan canija, pueda sostener la inmensa tuba. - Bueno, pues fuera el número de la tuba. También toco la trompeta -dijo Coleta. - Eso «mí gusta» -dijo el director inglés. Y Coleta dijo «yes».
Cuando los músicos empezaron a tocar un alegre pasodoble torero, saltó coleta a la pista, vestida de artista, vestida de payasa, con traje de seda y gasa. Pantalón floreado de colores; con todos los colores del arco iris. Y un gorro blanco-picudo con plumas, con todas las plumas del pavo real. Y unos zapatos grandes con tacones, con todos los tacones que podía aguantar. Y los niños aplaudían.
Coleta llevaba una trompeta en la mano y mucho miedo en el cuerpo. Era la primera vez que iba a hacer el payaso (la payasa) ante gente que no conocía. Cuando el foco la enfocó, empezó a tiritar, sin poderlo remediar, era como un «baile San Vito» con música de pasodoble. Y los niños aplaudían
Coleta se acercó a las primeras filas y... De un niño cogió una risa, y la convirtió en paloma, y así otra, y otra y otra. Y los niños aplaudían
- Y ahora, voy a demostrar mi gracia, haciendo fina acrobacia. Coleta se quitó el gorro picudo y se puso una chichonera, se colocó la cabeza entre las piernas y comenzó a rodar por la pista, como una pelto de carne y hueso. Y los niños aplaudían
A las tres o cuatro vueltas se desenrolló y mareada y medio bizca saludó. Y los niños aplaudían
Ahora señoras y señores (niño, no llores) ¡el número de mi mágica trompeta! - anunció Coleta-.
Se callaron los músicos rancios, y Coleta empezó a soplar la trompeta. Intentó tocar «Tengo una muñeca vestida de azul» para que los niños lo cantaran, pero las notas salían fatal.
Mientras Coleta tocaba cada vez peor, pensaba: - ¡Qué desastre! ¡Se me ha olvidado el tecleo de los botones estos! Soplar, soplo, pero consigo un higo. ¡Qué despiste y yo en la pista, haciendo el payaso de verdad!... ¡Estoy llorando! ¡Que no se enteren los niños! ¡Angelito de la guarda, ayúdame!
Y de pronto, de la trompeta de Coleta empezaron a salir pajaritos de todos los colores y picos que revoloteaban sobre las cabezas de los espectadores. Y los niños aplaudían
Y los niños saltaron de sus asientos y se abalanzaron sobre Coleta. Todos los niños querían tocar la coleta de Coleta. Era un montón de niños, más, una montaña de niñas y niños rodeaban a Coleta Payasa. Ya no veían ni las plumas del gorro de la artista.
En esos momentos, Coleta era la Payasa más feliz del mundo, porque todos los niños querían besarla y porque, gracias a Dios, no tuvo que hacer el número de «la mosca».
No estaba dormido, no lo pude soñar, así que raro me parece lo que os voy a contar. Estaba en mi cama tendido, sin pensar, pero se coló una idea y no la puede echar.
Era un payaso vestido de raso. Payaso tristón como un pisotón. Payaso saltarín como un peluquín. Payaso trompetista ¡soy el amo de la pista!